domingo, 15 de junio de 2008

Octubre 25

Hotel Plaza, Ensenada (pueblo sin plaza), desde la habitación en el techo sólo veo dos salidas, el mar y la montaña, sobre la planicie de azoteas del pueblo. Antes del amanecer escuché a los gallos, vi crecer la luz, los faros de los automóviles descendían por la cuesta, sobre un alféizar un pajarillo pardo estaba a punto de despegar, No, en realidad es una casita a medio construir con un techo que luce como dos alas, en la cima de una colina, bosquejada contra la primera luz en la ventana ...me levantó antes del amanecer, escribo, soy un remoto personaje de Hemingway despertando a solas en algún diminuto hotel espaól, contando con las canicas. O el fantasma de Elliot Paul contemplando la vida y muerte de un pueblo español. Me veo como era hace diez años, en Mallorca, en Puero Andraixt, aldea perdida de pescadores, donde recolectaron esas mudas urnas fenicias... ¿esta vez de dónde vendrán los fascistas, nene? Casi puedo escuchar las ametralladoras de los milicianos de san Diego... ¿PUEDO SOBREVIVIR A OTRO TRASPLANTE? Cabalgo en la playa sobre un caballo marrón, lo alquilé a un caballero llamado Alfonso. El caballo se llama Elefanto. Alfonso cabalga cantando una canción india muy lenta, enfila a una choza de estuco más allá de las dunas donde tiene dos esposas. Terminamos de galopar. Cae el crepúsculo, la noche se arrastra hacia el mar. Un grupo de pescadores sombríos luchan con las redes, portan sombreros que semejan caparazones de tortuga, se escabullen en la oscuridad del océano: la distancia entre el hombre y el barro primordial se mide hacia abajo desde el nivel del mar.