domingo, 15 de junio de 2008

Dedicatoria del autor

Para
Lorenzo
que algún día
saldrá por sí mismo
de ese laberinto de la soledad.

Abril 22-27, 195?

Perdóname si desaparezco en México, portando una máscara y extraños tirantes. Puncho Villa. Voy vagando por ahí, hablando mi curioso español. Los árboles están cayendo, ya no cruzaremos por los bosques, mi menta está trastornada y el sol luce negro, será mejor encontrar una isla pronto. Aunque ya no haya nada "a lo lejos". Rumbo al sur, atravesando la ruina tolteca, el caballo negro aún corre libre, ¿Bajo qué volcán? ...mi alma está hecha pedazos que intento volver a reunir, confundiendo el grito del pájaro con un canto extático cuando en realidad es un llanto de desesperación. Y la poesía es una procesión combinada de aves marinas en vuelo y accidentes automovilísticos, oh flauta ebria, oh boca dorada, la flor en la boca del tonel, besa, besa el inodoro de piedra. La voz perdida y el sueño son una puerta flotante sobre el horizonte. ¿Dónde estoy? Dejé Los Alamos en autobús desde la central local, atestada de vaqueros con sus sombreros tiesos de cowboy, fumando Golden de Sonora en los asientos de atrás, drogándome ciegamente bajo el crepúsculo. Un hombre me da un enorme cigarro tamaño Brown Bomber. Sol poniente que desciende a través del autobús, se ha ido... además, ¿fue el primero en vislumbrar la tierra oscura? ...árboles oscuros que relampaguean, hojas blancas anidadas como pájaros...

"Baja" California/ Octubre 24, 1962

Un viaje visionario in visiones, en una tierra ciega como una piedra. El nuevo México sigue siendo el Viejo México Beat, todo ese tufo a comida de mierda aún está aquí (lo olí por primera vez en la malsana carpintería de una pensión, Ciudad de México, 1939).

...Ensenada, en pleno vacío del Pacífico. En esta temporada hay siempre un viento atascado de arena, en la polvorienta calle de la bahía no se percibe de donde proviene El Olor, pero asómate a alguna cantina y lo aspiras, te atesta la nariz... Ensenada, Baja California, ¡Bah con la baja! ¿Quién robó al sol? ¿Dónde está hecho el amor? ¡Hades Moreno! Excava en las chozas nativas, las calles, los pueblos de adobe. Únicamente los niños y los perros retienen lo que quedó de ellas. Y los perros lo detestan, se echan por ahí recubiertos de moscas de las zanjas, una curiosa raza aparte. Vi un perro de los basureros entrar en una iglesia, llegó al pasillo central buscando su pugh (un oloroso juego de palabras), se largó presuroso por una puerta lateral pues no había sitio para él adentro, acaso lo aterraron los confesionarios de madera, semejantes a cabinas telefónicas sin puertas, donde detrás de las cortinas los sacerdotes escuchan a los penitentes, cada confesionario tiene una minúscula ventana de cristales con plumas de donde brotan murmullos. El sacerdote escucha a ambos penitentes a la vez, respondiendo a ambos simultáneamente, ¿o los confundía? ¿Acaso estos dos telefonistas podían llamar desde cualquier Central? Papá, me desconectaron. Atónito en la tierra del polvo. Si me quedara un rato quizá aprendería a amar esta tierra, ya es la tercera o cuarta ocasión que estoy en México. Si Los Angeles son el Ano de Estados Unidos, ¿a qué corresponde este moreno apéndice inferior? Ensenada perdida, que sólo existe debido a la fuerza de gravedad, enterrada eternamente...

...llegué de noche, en un autobús crepitante, en medio de rostros que se apartan. Por la mañana todo luce distinto. Hay sol y palmeras, los barrenderos están en las calles, asientan el polvo, la bahía luce tranquila con sus barcos pesqueros, las montañas se yerguen...

Ayer en Tijuana, paseaba con MGilvery y Floy Damon en La Jolla, paseábamos en las desordenadas calles, comíamos elotes asados, bebíamos cerveza bajo las pérgolas de los jardines en los extravagantes restaurantes, nos detuvimos para ver la fiesta local del Día de las Naciones Unidas en el Club de Leones mexicano. Una pequeña banda municipal elevó su lánguido toque de trompeta al arribar los funcionarios del gobierno en limusinas descapotadas, un conjunto de trompetas, trombones y tambores sonaron como si el silenciador de un camión hubiera estallado. Transcurrió un largo minuto antes de que los músicos se armonizaran y tropezaran con el Danubio Azul. Un perro muerto yacía a un lado de la entrada, las moscas recorrían sus ojos, el León que no lo logró.

Octubre 25

Hotel Plaza, Ensenada (pueblo sin plaza), desde la habitación en el techo sólo veo dos salidas, el mar y la montaña, sobre la planicie de azoteas del pueblo. Antes del amanecer escuché a los gallos, vi crecer la luz, los faros de los automóviles descendían por la cuesta, sobre un alféizar un pajarillo pardo estaba a punto de despegar, No, en realidad es una casita a medio construir con un techo que luce como dos alas, en la cima de una colina, bosquejada contra la primera luz en la ventana ...me levantó antes del amanecer, escribo, soy un remoto personaje de Hemingway despertando a solas en algún diminuto hotel espaól, contando con las canicas. O el fantasma de Elliot Paul contemplando la vida y muerte de un pueblo español. Me veo como era hace diez años, en Mallorca, en Puero Andraixt, aldea perdida de pescadores, donde recolectaron esas mudas urnas fenicias... ¿esta vez de dónde vendrán los fascistas, nene? Casi puedo escuchar las ametralladoras de los milicianos de san Diego... ¿PUEDO SOBREVIVIR A OTRO TRASPLANTE? Cabalgo en la playa sobre un caballo marrón, lo alquilé a un caballero llamado Alfonso. El caballo se llama Elefanto. Alfonso cabalga cantando una canción india muy lenta, enfila a una choza de estuco más allá de las dunas donde tiene dos esposas. Terminamos de galopar. Cae el crepúsculo, la noche se arrastra hacia el mar. Un grupo de pescadores sombríos luchan con las redes, portan sombreros que semejan caparazones de tortuga, se escabullen en la oscuridad del océano: la distancia entre el hombre y el barro primordial se mide hacia abajo desde el nivel del mar.

Octubre 27

Tres días aquí y ya no lo soporto. Me iré en la mañana. ¡Sucias calles de la Ciudad de Mierda! Es como morir; supongo que no hay escape, aunque la gente aquí se sonrie mutuamente de vez en vez y actúan como si tuviesen en alguna parte una esperanza secreta. Mientras los cónsules beben hasta morir. ¡Auxilio! ¿No se puede vivir sin amar? Dejen que entre el océano y lo sepulte todo.

Octubre 28

De Ensenada a Tijuana y de ahí a Mexicali por autobús. Conducir todo el día contemplando la tierra, sin ver nada. Interminables caminos resquebrajados, colinas, montañas, hogares sin esperanzas, árboles, maleza, cercas, polvo, burros, tierra yerma. La gente está hundida en ella, drenada... Al cruzar Tijuana, veo un hombre sin piernas en una nauseabunda esquina del centro de la ciudad, sentado en el asiento trasero de un antiguo sedan de puertas arrancadas. Porta un sombrero de fieltro sucio justo en medio de su cabeza, gafas sin armazón de cristales rotos, una vieja máquina de escribir acondicionada para él sobre una caja de madera. Teclea, tiene pegada al labio inferior la colilla de un cigarro apagado. Colgado del auto, un letrero dice:

ESCRITOR PÚBLICO

Un campesino le habla desde la banqueta, mientras él escribe lo que le dicta, un gran escritor, he aquí a un Estenógrafo Público, Escritor Público, que refleja a la gente algunas imágenes veraces de ellos mismos. Sin piernas, sostiene ese espejo en lo alto...

De Tijuana a Mexicali nos aproximamos al pueblo de Tecate, el camión cruza un país montañoso derramado de piedras, desde la carretera hasta el horizonte, nada sino piedras y más piedras. En vez de árboles, millones de piedras cubren el paisaje. ¡La naturaleza lo ha intentado todo! Más allá hay un espléndido país, al otro lado de Tecate, montañas rocosas, picos tibetanos (en una de esas montañas fronterizas al norte de Tecate, de lado de Estados Unidos, vive el traductor estadounidense de EL LIBRO TIBETANO DE LOS MUERTOS). Descendemos a través de cerros de piedras pequeñas, plantas de pimienta, salvia y arbustos retorcidos que crecen en las colinas pedregosas, más allá de las montañas rocosas. Se aproxima el atardecer, las luminosas llamas del sol se apagan, el cielo se vuelve azul brillante con agujeros de piedras, es un paisaje fantástico de montañas hechas completamente de piedra. De repente, al voltear hacia lo alto de la carretera, una vasta planicie árida se estrecha hacia abajo, serpentea hacia el este y al norte a través de cientos de millas, Norteamérica...

Llegué a Mexicali, otro pueblo polvoriento, simplemente peor, en medio de la parda llanura que vi al anochecer, la estación del camión se atiborra de campesinos lúgubres, rudos y hambrientos, bajo grandes sombreros y ponchos esperando camiones rurales y una revolución. Estos son los Colmillos de América Latina... camino entre una fangosa avenida y una visión de desolación absoluta, entre el Abono y la Muerte en la imagen de hacinadas calles y gente sombría. ¡En todas partes veo lo mismo! Es suficiente como para que cualquier voyeur regrese a casa... Después, hallé la zona turística de la ciudad y la frontera americana; con un letrero que rezaba ESTADOS UNIDOS.

Mostré mi permiso de conducir de California y pasé a la Zona Americana, vi una película que anunciaban con Bingo, un programa doble. Entré. El Bingo apenas empezaba, el americano sobre el escenario anunciaba con el micrófono los números que tomaba de una caja giratoria, decía los números en inglés y en un atroz español... salí a media noche, regresé a la estación fronteriza, nadie revisaba del lado mexicano. La frontera estaba completamente abierta en esa dirección. Un letrero decía en inglés: "Por disposición de las leyes de Estados Unidos, los adictos y consumidores de narcóticos deben registrarse antes de abandonar el país". Y también: "Precaución: A los perros y gatos que abandonen Estados Unidos no se les permitirá el reingreso". No orine en el lado equivocado de la alambrada. Muestre la placa de identificación de sus perros. ¡Las fronteras deben ser preservadas! Sin ellas prevalecería un demencial flujo y abandono, no habría países, ni naciones, nada en absoluto nos detendría en ninguna parte, nada detendría a las hordas del mundo aún hambrientas y aullando como Calibanes al portal, sin aduanas, sin guerra, sin aranceles protectores, sin pasaportes, sin papeles de inmigración y naturalización, sin ninguna de las barreras protectoras resguardando a todos de todo. Incluso los océanos eventualmente se drenan, sin dejarnos más alternativa que reconocer a los indios como hermanos, la tierra entera sería un solo continente, después de todo, al final, todos los colores de piel se mezclarían convirtiéndose en uno solo con un lenguaje único. Solamente tomaría unos 5 mil años más. Indio, has desperdiciado más de 2 mil años en la dirección equivocada, una sencilla revolución podría completarse en menos tiempo: Declara la inmediata suspensión oficial de toda relación, de toda sociedad y todo matrimonio entre gente del mismo color, en seguida todos buscarían casarse con alguien de color distinto, todas las banderas nacionales transformadas en vendajes para usarse en las maternidades que engendrarán una nueva generación de bebés, que no serán sino una mezcla nueva de colores y razas... Mientras tanto, vagabundeo por el paisaje, hago como el indio americano a quien Henry Miller deseaba tener a su lado cuando cruzó el continente en su PESADILLA desacondicionada, aquel que quería tener con él en el instante en que viera las humeantes fábricas de acero de los lechos de Pttsburgh en un INFIERNO que Dante jamás soñó. Estoy listo para regresar a la Caverna en cualquier momento, llevo un pedernal en mi bolsillo por si acaso. Los hombres de Cro-Magnon cargaban piedras en lugar de libros.

Octubre 29

Mi última noche en México la pasé en un hotel de la frontera mexicana observando las barricadas de alambre. El hotel anunciaba Clima Artificial, pero la noche con aire acondicionado en México es diferente, el Clima Artificial no funciona. A mitad de la noche rompí la ventana herméticamente sellada, era del tamaño de mi cabeza. Un polvo finísimo tamiza en el interior desde la calle...

Me siento a escribir en los sanitarios de paga en la estación Greyhound en Calisco, mañana cruzaré la frontera. De repente, mi bolígrafo de 16 centavos se me resbala de los dedos y cae en la taza del excusado. Aquí cometí un error estúpido. Jalé la cadena del retrete, con la esperanza de aclarar las aguas fangosas y recuperar mi estilográfica. Pero cuando el agua se limpió mi estilográfica se había ido para siempre. Quizás reaparecerá varios siglos después, en el aluvión del Río Grande, cuando algún descendiente americano de una raza rara la recoja y se pregunte qué clase de arma extraña es ésta, a cuántos habrá matado ya y con qué munición. ¿Palabras? Así se ahoga mi diario.

Camino a Topolobampo



Debo a ciertos atardeceres la idea que tengo de la inocencia.
Albert Camus, El mito de Sísifo. 

Mayo, 1962

Sentado en una mesa del Parque de la Cruz Blanca, Chihuahua, tarde dominical, sol brillante... Escribo en un cuaderno marmoleado con los bordes tornasolados.

....................Nacimos
.......................a la sombra de los árboles de moras
....................de donde caen
.......................los ruiseñores de la locura

Alguien toca el acordeón, es domingo en el jardín de Seurat.

....................El pez flota
.......................a través de los árboles
....................Devorando las semillas
.......................del sol...

El gentío con el que vine regresó a Las Cruces. Me tomó dos días esperar el tren a Topolobampo. Paseé por la ciudad, sin rumbo fijo. Una tormenta se aproxima, el cielo se nubla, el viento aumenta. Me acuesto de espaldas en medio de otro parque mucho más extenso, cubierto de césped, colmado de sauces, palmeras y fuentes. Las parejas yacen esparcidas en la hierba, como en una pintura puntillista. Carcajadas apagadas. Fragmentos de voces se deslizan. Veo las cimas de las palmeras estremecidas por crujidos que barren el cielo. Incluso las nubes parecen de madera, no se mueven. Los muchachos de bachillerato llegan bromeando y jugando a los dados tras el quiosco. "Imbéciles de corbata caen de los árboles". El fantasma de Malcolm Lowry, furtivo, acecha desde los arbustos portando un letrero:

Le Gusta Este Jardín?
Que Es Suyo.
Evite Que Sus Hijos Lo Destruyan!
...etcétera

En la noche de carbón, por fin el tren negro marcha, en silencio. Llega al este cruzando la Sierra Madre, cuesta arriba, a través de negras soledades. Al apagar la luz, veo verdes vacíos. Au pays du Tarahumara, ese salvaje paisaje narcótico que Artaud aferró. Pero aún no estoy con él, estoy con Camus quien también se precipitó en lo desconocido, todo sobre esa cama alta... En esta alta litera del ser, hay un ligero movimiento carente de ruido como el del universo, avanzamos únicamente en la oscuridad, no tenemos ventanas hacia el paisaje del mescal, como un bunker flotando en el espacio. En una noche como ésta sobre la tierra, EL SILENCIO IRRACIONAL DEL MUNDO RETORNA, la noche es una primitiva esfinge asiática con la lengua atada y nunca hablará. ¡Aquí no hay respuestas! LA PRIMITIVA HOSTILIDAD DEL MUNDO QUE SE YERGUE PARA ENCARARNOS A TRAVÉS DE LOS MILENIOS. Del principio al final. Desde entonces soñamos, bajo nuestros cráneos ciegos, envueltos en nuestra propia piel. Ya es una vieja historia.

Suplicamos
QUIETUD
En Beneficio de los que ya
Descansan

Estoy en deuda con el joven dramaturgo aleman Gunter Eich, que ya en un radiodrama utilizaba la imagen del vagón de tren cerrado (recorriendo cada vez más y más aprisa la noche); en plena posguerra alemana una pareja de ancianos y un par de muchachos están encerrados en un vagón de ferrocarril, arrojados hacia un destino desconocido, a través de un paisaje que los jóvenes nunca han visto y que para los mayores es imposible describir... EL MUNDO LLEGA A DETENERSE, PERO LAS LUCES AÚN NO ENCIENDEN. Nuestra conciencia es el proyector, el instante de atención, el cual se enfoca en imágenes sucesivas y cada una es una verdad aunque no sea discernible la Verdad como un todo. La conciencia es apenas el acto de atención; no comprende nada de sí misma. NO HAY ESCENARIO, SINO UNA ILUSTRACIÓN SUCESIVA Y COHERENTE.

A mi proyector lo devora la oscuridad. Si mi mente es lo suficientemente fuerte, quisiera compararla con el faro ciclópeo montado en los vagones, horadando el cielo para llegar lejos pero no más allá, sin importar lo poderosa que sea. Afortunadamente no poseo tal mente. Yo tengo apenas un faro medio inservible que debe usar todo tipo de improvisaciones para seguir funcionando. Y ya no tengo ningún Dos vivo por descubrir excepto la conciencia misma. Esa conciencia es una improvisación, una droga o un sueño. Así que, al transitar por el país de piedra de los tarahumaras, continuamente improvisamos nuestra existencia, generando nuestras vidas en plena marcha, improvisamos nuestro presente, nuestro futuro, engendramos nuestro propio Topolobampo.

Topolobampo es en sí un vetusto puerto pesquero alojado en el Pacífico, una de esas andrajosas orillas de la civilización nativa, medio en ruinas, la bahía luce como un bolsillo perdido en la tela del poncho, enclaustrado entre islas estériles y salientes solitarias de la bahía de Topolobampo. El camino desde los Mochis (una mancha sobre una tierra plana como tortilla) termina abruptamente en la falda de una colina sin árboles, un accidentado camino pedregoso pasa por delante y rodea al puerto principal al pie del centro de la ciudad que ocupa todo el lado de la colina y casi toca el mar. Dos, quizá tres barcos oxidados de cabotaje están atados al muelle, como cucarachas desamparadas. 

Jovencitos harapientos de todos los tamaños gritan, corren, saltan y nadan fuera del desembarcadero y al lado del sotavento de las cucarachas varadas, revolviendo con fuertes chasquidos el agua fangosa a seis metros de profundidad, los cuerpos se deslizan agitando brazos y piernas como si fuera un naufragio, los gritos desvaídos reverberan.

En lo alto del mismo pueblo, llaman la atención las barracas y casas descortinadas, sin vidrios, todas abiertas, como alguna ladera italiana, con su diminuta plaza no más grande que una iglesia de piedra, la gente descalza se rasca las chinches, está sentada en destartaladas terrazas o en los bares desnudos de puertas giratorias que cuelgan de la ladera. La cantina es un tugurio repleto de bebés, niños de todas las edades, muchachas (casi mujeres) que visten blusas rasgadas de algodón, riendo y murmurando entre ellas, algunas prostitutas surgen de las chozas de adobe y viejos pescadores se sientan calladamente junto a las abuelas envueltas en chales como la muerte segadora. Ocaso, es 1962. Para 1972 el lugar seguramente estará completamente transformado, con hotel gringos en el puerto, cafés de estuco, guías de turistas, tarjetas postales y dólares pluribus. El ferrocarril recién inaugurado en Chihuahua lo atestiguara.

Existe un pueblo indio de pescadores enclavado en una isleta de la bahía que también está siendo considerado...


El camino a Topolobampo recorre diez millas al sur suroeste en línea recta desde Los Mochis . Hay un camión que circula cada media hora o cuando al chofer se le pega la gana. Lo abordo poco antes del amanecer. Está atiborrado: dos o tres hombres jóvenes de grandes sombreros, un par de viejas brujas con pañoletas en la cabeza, bastantes señoras con sus niños y niñas, bebés en brazos, canastos, jaulas de mimbre para pájaros, bolsas para el mandado, un vetusto fonógrafo y un micrófono de pedestal, lo carga uno de los hombres de sombrero. El camión arranca, atascado en su interior por cuatro hileras de asientos con resortes. El chofer al volante, un joven vago de típico mini bigote sexy latino, tan pronto abandona las asquerosas calles y el pesado polvo de Los Mochis enfila hacia la carretera asfaltada de un sólo tramo hacia Topolobampo, enciende la radio donde resuena música de mariachi y relaja su cuerpo, Está mancarron, es un hombre de una sola mano, pero todavía es capaz de mover al frente su brazo con grandes gesticulaciones e insultos cada vez que un animal cruza por la carretera. Sobre el parabrisas hay un flequillo de encajes colgando para proteger los ojos del sol, hay una caja de hierro con una virgen de plástico en un pequeño altar metálico clavado en la parte superior del tablero, así que sentado desde los asientos de atrás, se observa la carretera y el horizonte a través de los objetos religiosos. Después, más de una punta se asoma desde el llano, pero después de diez millas la punta se yergue al final del camino, en el punto más lejano de la perspectiva sin fin. Y mirando atrás, se observa levantarse tras Los Mochis otra forma cónica similar. Entre esos extraños conos corre una estrecha carretera recta donde se pone el sol, rojo y amarillento, irradiándose. Pareciera como si el camión avanzara difícilmente sobre esa prolongada perspectiva, aún cuando transita firmemente a ritmo del aullido de la radio robot sintonizada en una de esas enloquecidas estaciones mexicanas que emite una hilarante mezcla de anuncios dramáticos de zapatos, jazz americano interpretado por violines y cornetas, campanas de iglesia que interrumpen la programación para dar anuncios especiales, locutores sensuales que se escuchan como si estuvieran seduciendo una ama de casa al mismo tiempo que informaran de un incendio en la estación, todo mezclado con mariachis (que deben mantenerse a toda hora en la estación para ser arrojados como tropas de asalto ante la más ligera irrupción del silencio).

O quizá todo sea una grabación de la vida, tocada una y otra vez, todo el viaje sería como un pequeño disco bizarro o una película exhibida una y otra vez, alguna clase de sueño comatoso en que el filme se difumina y resbala y el camión rueda por siempre y para siempre hacia el sol poliente de la perspectiva que se estrecha infinitamente, como si no avanzara, todos están extrañamente silenciosos, juntos escuchan distraídamente o absortos los demenciales desahogos de la radio sintonizando al mundo, excavando el lánguido paisaje marchito de árboles, chozas, campesinos asomados en las ventanas (con miradas de vaca), burros, perros, la tierra yerma, el mar donde nadan los celacantos...

Es la INOCENCIA, es la aparente INOCENCIA que se presenta a sí misma incesantemente, cuando ves a los pasajeros del camión tomar gravemente lo que el locutor les arroja (el locutor sabe a quien se dirige, de hecho puede verlos a todos en cada callejón de los pueblos polvorientos de México). Les habla en persona, y ellos escuchan, ríen, sonríen, miran boquiabiertos en las ventanillas, miran fijamente a través de la Virgen mientras la radio estalla con un rock-and-roll interpretado por trompetas prestadas de las casas de empeño en la Ciudad de México (monte de piedads por lo que les resta de vida). Y el Gestalt completamente absurdo del camión es impulsado como un símbolo total del hospedaje de caravanas, rodando en el espacio con todas las antiguas vestimentas, artilugios y supersticiones, hambre y belleza aglutinada (los ojos oscuros de una joven en la carretera) arrastrando una masa de estúpidos micrófonos, fonógrafos y vírgenes de plástico.

Todos los que están aquí sentados hurgan en el decreciente crepúsculo. La inocencia persiste, insanamente intransitable, pese a todo. El camino no concluye. Es como si la radio no tocara en absoluto. Hay quietud en el aire, en la luz crepuscular, en los ojos clavados al frente, en el sereno final de la vida, una intolerable dulzura...





Cinqo de Mayo, 1962.

Cruzando extrañas montañas
.....y dejando caer agujas de pino
.............................................en un sobre

Te envío
.....algunos de mis huesos...

6 Mayo '62

La mañana engaña a sus flores
.....para transformarse
.....................En tarde

7 Mayo '62

Tenemos momentos
...............................de éxtasis
y entonces el ave
...............................cae
.........................................en el absurdo...

Oaxaca 6 Sept. '68

Loco, un agujero en mi zapato, bajo las jacarandas y los grandes laureles de la India, las raíces aún están en el Ganges, en la plaza de Oaxaca... Y entonces por la noche escucho en el quiosco música de marimba, todos pasean en el parque o se sientan en las bancas, en la semipenumbra, los faroles resplandecen a través de los árboles... Yo mismo soy una estatua que vaga... ¿Dónde está mi pedestal?

Mitla 7 Sept.

"Jesus mio misericordia", uno de esos Cristos sangrantes de las iglesias con los que se topa en todos los pueblitos tristes de adobe en México: entre los trece minutos después de las 12 y arrojé una enorme moneda mexicana de cobre en la alcancía de yeso sostenida por un monaguillo también de yeso de metro y medio de altura a un costado de la entrada, me sobresalté por el ruido metálico de la moneda al chocar con el falso fondo de la alcancía y al descender por el interior de la estatua misma sostenida en un estrado de madera hueca, la pesada moneda golpea la base hueca con un ruido áspero. En el interior de la iglesia, no hay uno sino tres cristos ensangrentados, no estirado sobre un bastidor verde jardín, como una jaula de pájaros, en realidad no es exactamente un bastidor sino algo así como una camilla con agarraderas y encima una jaula de rejas verdes, como las camillas empleadas en competencias deportivas para sacar a las víctimas fuera del campo de fútbol, ¡sáqueme entrenador! ¡Ya fue suficiente! Es tu turno en el campo, nene, es tu turno en la cruz. ¿Qué son esos agujeros de clavos en mis manos? El cristo no rebasa el metro y medio de altura, la cabeza y los pies son de madera, extendidas bajo una blanca sábana de muselina, exhibe únicamente la cabeza coronada de espinas, como un inválido dormido en su lecho, con la frente y los labios empapados de sangre, la camilla se extiende verde por encima de él como una reja de jardín con flores de papel blancas y azules ensartadas en tallos que trepan sobre Su Cabeza, y a un costado de la caja está escrito con caracteres manuscritos "Jesus mio misericordia" ...Me tambaleo hacia el exterior, hacia el sol y cruzo a través de un grupo de turistas mexicanos vomitados de un autobús turístico, que parpadean a través del brillo de las cámaras y los lentes para el sol...

Oaxaca Noche del 7 de Sept.

Esquina de la Avenida Independencia frente a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oaxaca. Justo fuera de la plaza principal, una manifestación estudiantil revolucionaria recorre el pequeño cuadrado de cemento barrido por reflectores, en un estrado hay altavoces, al frente del Instituto hay colgadas varias señales enormes de tela y papel con mensajes escritos: TIERRA Y LIBERTAD, OLIMPYAD DE HAMBRE, VIVA LA JUVENTUD, A LA VICTORIA POR EL EPIRITU JOVEN Y LA ACCION REVOLUTIONARIA, LIBERTAD DE ESTUDIANTES PRESOS, EL GOBIERNO LLAMA LEY A SU PROPIA VIOLENCIA, HASTA LA VICTORIA SIEMPRE - VENCEREMOS. La esquina se llena de gente del pueblo de pie, oscura y silenciosa pero sin ser hostiles, escuchando los discursos a gritos que reverberan en las paredes, los oradores se apasionan, gesticulando hacia el micrófono, gritando frases revolucionarias hacia la noche oaxaqueña, la densa noche india... En la esquina, frente a la calle, canta un guitarrista ciego arrodillado sobre la tierra, refugiado contra un muro de la Facultad, apenas fuera del alcance de las luces de barrido. Desde una banca, toca y canta casi silenciosamente en la semioscuridad, su rítmica voz apagada desentona bajo el grito de las voces políticas, el brazo de su guitarra está envuelto en plástico, rasga su guitarra con una calma tranquila y rítmicamente vital. Su voz sigue y sigue, pero el cacharro de hojalata que usa para que le arrojen monedas aún está vacío, rechina entre sus rodillas al lado de un letrero: PUEBLO ÚNETE A TUS HERMANOS. En la manifestación aplauden a los oradores, pero su taza permanece vacía. Tiene barba, pero no es viejo, su sombrero de paja está en el suelo junto a él, está descalzo, harapiento, su rostro es delicado y sereno, en parte indio pero no se nota demasiado, su voz es nítida, vigorosa y serena, las cuerdas de la guitarra suenan y resuenan por debajo del estruendo de los discursos, bajo las resoluciones radicales, más allá de los gritos eternos que exigen Progreso y Libertad, a través de la banca, desde el suelo. Es su hermano, no está precisamente "unido" con el pueblo, pero después de todo es su antigua voz. Por debajo y detrás de todo, su voz lo franquea todo como si fuera parte de una tierra, enraizada, la canción continua bajo la noche, su voz penetra una y otra vez bajo los discursos, como alguna clase de compás revolucionario, eco y contratiempo, respuesta a todo, la guitarra está regida por esa voz. La turbamulta va y viene, las masas aplauden, los vehículos rugen en las calles laterales arrojándole lodo a la cara, un par de zapatos abrillantados le cepillan sus pies sucios. La canción prosigue, el cantante no se mueve en absoluto salvo su mano temblorosa sobre la guitarra. La luna llena parpadea por encima de las nubes, ni en el rostro de la luna ni en la del cantante hay restos de expresión y su voz resurge en medio de las pausas de los discursos. Entonces recuesta la cabeza a un costado, como si en todo este tiempo hubiera estado atento a los discursos. Y responde. 1968: Año de los Juegos Olímpicos Mexicanos: "Olympiad de Hambre." Olimpiada de Hambre...