domingo, 15 de junio de 2008

Octubre 28

De Ensenada a Tijuana y de ahí a Mexicali por autobús. Conducir todo el día contemplando la tierra, sin ver nada. Interminables caminos resquebrajados, colinas, montañas, hogares sin esperanzas, árboles, maleza, cercas, polvo, burros, tierra yerma. La gente está hundida en ella, drenada... Al cruzar Tijuana, veo un hombre sin piernas en una nauseabunda esquina del centro de la ciudad, sentado en el asiento trasero de un antiguo sedan de puertas arrancadas. Porta un sombrero de fieltro sucio justo en medio de su cabeza, gafas sin armazón de cristales rotos, una vieja máquina de escribir acondicionada para él sobre una caja de madera. Teclea, tiene pegada al labio inferior la colilla de un cigarro apagado. Colgado del auto, un letrero dice:

ESCRITOR PÚBLICO

Un campesino le habla desde la banqueta, mientras él escribe lo que le dicta, un gran escritor, he aquí a un Estenógrafo Público, Escritor Público, que refleja a la gente algunas imágenes veraces de ellos mismos. Sin piernas, sostiene ese espejo en lo alto...

De Tijuana a Mexicali nos aproximamos al pueblo de Tecate, el camión cruza un país montañoso derramado de piedras, desde la carretera hasta el horizonte, nada sino piedras y más piedras. En vez de árboles, millones de piedras cubren el paisaje. ¡La naturaleza lo ha intentado todo! Más allá hay un espléndido país, al otro lado de Tecate, montañas rocosas, picos tibetanos (en una de esas montañas fronterizas al norte de Tecate, de lado de Estados Unidos, vive el traductor estadounidense de EL LIBRO TIBETANO DE LOS MUERTOS). Descendemos a través de cerros de piedras pequeñas, plantas de pimienta, salvia y arbustos retorcidos que crecen en las colinas pedregosas, más allá de las montañas rocosas. Se aproxima el atardecer, las luminosas llamas del sol se apagan, el cielo se vuelve azul brillante con agujeros de piedras, es un paisaje fantástico de montañas hechas completamente de piedra. De repente, al voltear hacia lo alto de la carretera, una vasta planicie árida se estrecha hacia abajo, serpentea hacia el este y al norte a través de cientos de millas, Norteamérica...

Llegué a Mexicali, otro pueblo polvoriento, simplemente peor, en medio de la parda llanura que vi al anochecer, la estación del camión se atiborra de campesinos lúgubres, rudos y hambrientos, bajo grandes sombreros y ponchos esperando camiones rurales y una revolución. Estos son los Colmillos de América Latina... camino entre una fangosa avenida y una visión de desolación absoluta, entre el Abono y la Muerte en la imagen de hacinadas calles y gente sombría. ¡En todas partes veo lo mismo! Es suficiente como para que cualquier voyeur regrese a casa... Después, hallé la zona turística de la ciudad y la frontera americana; con un letrero que rezaba ESTADOS UNIDOS.

Mostré mi permiso de conducir de California y pasé a la Zona Americana, vi una película que anunciaban con Bingo, un programa doble. Entré. El Bingo apenas empezaba, el americano sobre el escenario anunciaba con el micrófono los números que tomaba de una caja giratoria, decía los números en inglés y en un atroz español... salí a media noche, regresé a la estación fronteriza, nadie revisaba del lado mexicano. La frontera estaba completamente abierta en esa dirección. Un letrero decía en inglés: "Por disposición de las leyes de Estados Unidos, los adictos y consumidores de narcóticos deben registrarse antes de abandonar el país". Y también: "Precaución: A los perros y gatos que abandonen Estados Unidos no se les permitirá el reingreso". No orine en el lado equivocado de la alambrada. Muestre la placa de identificación de sus perros. ¡Las fronteras deben ser preservadas! Sin ellas prevalecería un demencial flujo y abandono, no habría países, ni naciones, nada en absoluto nos detendría en ninguna parte, nada detendría a las hordas del mundo aún hambrientas y aullando como Calibanes al portal, sin aduanas, sin guerra, sin aranceles protectores, sin pasaportes, sin papeles de inmigración y naturalización, sin ninguna de las barreras protectoras resguardando a todos de todo. Incluso los océanos eventualmente se drenan, sin dejarnos más alternativa que reconocer a los indios como hermanos, la tierra entera sería un solo continente, después de todo, al final, todos los colores de piel se mezclarían convirtiéndose en uno solo con un lenguaje único. Solamente tomaría unos 5 mil años más. Indio, has desperdiciado más de 2 mil años en la dirección equivocada, una sencilla revolución podría completarse en menos tiempo: Declara la inmediata suspensión oficial de toda relación, de toda sociedad y todo matrimonio entre gente del mismo color, en seguida todos buscarían casarse con alguien de color distinto, todas las banderas nacionales transformadas en vendajes para usarse en las maternidades que engendrarán una nueva generación de bebés, que no serán sino una mezcla nueva de colores y razas... Mientras tanto, vagabundeo por el paisaje, hago como el indio americano a quien Henry Miller deseaba tener a su lado cuando cruzó el continente en su PESADILLA desacondicionada, aquel que quería tener con él en el instante en que viera las humeantes fábricas de acero de los lechos de Pttsburgh en un INFIERNO que Dante jamás soñó. Estoy listo para regresar a la Caverna en cualquier momento, llevo un pedernal en mi bolsillo por si acaso. Los hombres de Cro-Magnon cargaban piedras en lugar de libros.