domingo, 15 de junio de 2008

Octubre 29

Mi última noche en México la pasé en un hotel de la frontera mexicana observando las barricadas de alambre. El hotel anunciaba Clima Artificial, pero la noche con aire acondicionado en México es diferente, el Clima Artificial no funciona. A mitad de la noche rompí la ventana herméticamente sellada, era del tamaño de mi cabeza. Un polvo finísimo tamiza en el interior desde la calle...

Me siento a escribir en los sanitarios de paga en la estación Greyhound en Calisco, mañana cruzaré la frontera. De repente, mi bolígrafo de 16 centavos se me resbala de los dedos y cae en la taza del excusado. Aquí cometí un error estúpido. Jalé la cadena del retrete, con la esperanza de aclarar las aguas fangosas y recuperar mi estilográfica. Pero cuando el agua se limpió mi estilográfica se había ido para siempre. Quizás reaparecerá varios siglos después, en el aluvión del Río Grande, cuando algún descendiente americano de una raza rara la recoja y se pregunte qué clase de arma extraña es ésta, a cuántos habrá matado ya y con qué munición. ¿Palabras? Así se ahoga mi diario.